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DE MONASTERIOS Y ABADÍAS | Restauración y encuadernación artesanal

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Ana Jessen, experta en la restauración de libros antiguos y encuadernación artesanal llega para contaros una interesante historia titulada ‘De Monasterios y Abadías’. Esperamos que disfrutes mucho de esta lectura y para más información, no dudes en visitar el resto de nuestra web.

De Monasterios y Abadías

La campana acaba de llamar a laudes pero no puedo levantarme ¡Estoy tan cansado! Me duelen tanto las manos que apenas puedo sujetar las sandalias para ponerlas en mis pies. Mis dedos, que antes eran recios y ágiles, ahora parecen sarmientos de lo nudosos que están, y la piel ennegrecida de la tinta que poco a poco se ha ido incrustando en ella; mi espalda, antaño erguida y señorial ahora parece la cuerda de un arco con la nariz apuntando al suelo y los lomos curvados a fuerza de doblegarlos a diario.

Pensareis que soy un anciano ¡Os equivocáis! Soy copista en un monasterio.

Mi trabajo es escribir, escribir, escribir a todas horas, menos en las horas canónicas que debo ir a la iglesia, y buen descanso es para mi dejar las manos quietas metidas en las mangas.

Hoy el abad me dispensa de asistir para que os enseñe lo que hacemos ¡Seguidme, si gustáis!

Como podéis ver por su tamaño este monasterio es importante y tiene muchas dependencias: cocinas, panera, palomar, refectorio, sala capitular, celdas para los muchos monjes que aquí vivimos, letrinas encima del arroyo que arrastra las inmundicias y un scriptorium con una pequeña biblioteca para guardar los volúmenes. Pero no siempre fue así. En sus orígenes fue un pequeño edificio con una iglesia modesta, unas pocas habitaciones y un pequeño claustro donde se enterraba a los monjes cuando morían y por donde andaban mientras leían las escrituras, cuando estaban vivos.

¡Y ahí voy! De la necesidad de tener textos con los que alimentar el espíritu, conocer los cánones que regulan la vida monacal, registrar las donaciones de los fieles, contabilizar los diezmos, etc., surge la otra necesidad de tener que copiar esos escritos para evitar que se pierdan. Y ya puestos a escribir ¿por qué no copiar algún texto valioso como la Biblia, iluminarlo con imágenes que ilustren el contenido, encuadernarlo con esmero y venderlo a personajes principales y así ayudar a nuestra economía? Así lo pensaron los primeros monjes y se pusieron a la tarea, cada uno en su propia celda con tanta dedicación que pronto llovieron encargos y el monasterio empezó a crecer.

Ahora trabajamos en una sala grande y bien iluminada: el scriptorium. ¡Ya hemos llegado, pasad! Como podéis ver a las mesas de trabajo no les falta la luz del día con esos grandes ventanales sobre ellas, aunque para encargos urgentes tenemos candelabros con suficientes velas para permitirnos trabajar ya puesto el sol.

Montaje de Virginia Corzo Varillas

Os sorprenderá que las mesas no sean todas iguales ¿verdad? Así es, los copistas elegimos nuestro modelo de mesa. A veces pasan por aquí copistas de otros monasterios, a los que llamamos peregrini, y si no hay suficiente espacio para trabajar, o si prefieren hacer su trabajo en el claustro, les ponemos una cátedra … ¿Me preguntáis qué es? Pues esto mismo que tengo aquí, un asiento con respaldo alto y reposabrazos. Como os decía, si prefieren trabajar en el exterior, apoyamos unas tablas en los reposabrazos de la cátedra, y así tienen una mesa de trabajo que pueden poner donde quieran. Lo más corriente es esto, un escabel para que se acomode el copista y frente a el un atril donde poner el material y la obra que está realizando.

Tenemos un encargo importante y poco tiempo para hacerlo, así que el hermano bibliotecario ha dividido la obra que tenemos que copiar entre estos tres: Emeterio, Juan y Mateo. ¡No, no! No hay ningún problema porque utilizamos la escritura corriente del monasterio y todos la hacemos igual, aunque a veces nos piden copiar un texto con una determinada escritura y también estamos enseñados a hacerla. Para ser un copista tienes que conocer todas las caligrafías que existen, y hacerlas bien, con buen pulso.

¿Así que os parece que escriben muy derecho? Mirad, ¿veis allí a ese joven novicio junto al bibliotecario? Le está enseñando con punzones o compás de punta, regla y mina de plomo, a trazar la justificación, que son las líneas verticales que enmarcan el texto, y entre ellas los renglones. ¡Así es muy difícil torcerse! Esos huecos que están dejando los copistas son para que el iluminador haga y decore las letras capitales.

Bueno, necesitamos mucho material: tinteros, piedra pómez, cuchillas curvas, cálamo, plumas de oca, minas de plomo, pinceles. ¡Ah!, esos saquillos de cuero que cuelgan de los tableros de las mesas por los que me preguntáis, son tinteros. Uno tiene tinta negra para el cuerpo del texto, y el otro, tinta roja para los títulos.

Hasta aquí el trabajo de copiar e iluminar. Como podéis ver, en esta enorme mesa que está detrás de los pupitres, también se trabaja duro. Ningún copista puede hacer nada si no tiene el material sobre el que escribir. Nosotros preparamos el pergamino con las pieles de nuestro propio ganado, vacas, cabras u ovejas y hay que prepararlos muy bien para poder escribir sobre ellos. Quitada la piel, se mete en agua con cal para quitar toda la grasa y restos de tendones y dejarla bien limpia. Luego se pone bien tensa en bastidores para que se seque, y mientras lo hace, con una cuchilla curva se van raspando los restos que hayan podido quedar. Cuando ya está seca se pule con piedra pómez, o se cubre con una capa fina de yeso, y se recorta al tamaño que va a tener el libro y se dobla para ir formando cuadernillos. Doblar el pergamino no es fácil, además las dos caras de la piel no tienen el mismo color, una es más oscura que la otra. Al plegarlos hay que tener esto en cuenta.

Los otros hermanos que veis al otro lado de la mesa, están preparando las tablas para encuadernar las hojas de pergamino. Se forrarán de piel y, no estoy muy seguro, pero creo que para este encargo se va a gofrar la piel y se van a poner cierres de metal.

¿No sabéis nada del gofrado? Pues es dejar una marca oscura en la piel con un hierro templado. ¡Es como cuando se marca el ganado en las ancas para saber quien es su dueño! ¡Algo así, pero mucho más bonito y menos doloroso!

¿Tenéis que iros? Lo siento, me gustaba vuestra compañía; no siempre se tiene la oportunidad de explicar lo que hacemos, ni la suerte de tener un oyente tan atento como vos. Sabed que queda mucho por enseñaros: Cómo se hacen las tintas, y las pinturas, el cosido de cuadernillos y la unión con las cubiertas … ¿Volveréis? Pues entonces id en paz.

justificación y renglones encuadernacion artesanal

Si quieres saber más sobre el apasionante mundo de la restauración y conservación de libros antiguos, no dudes en consultar los cursos y talleres impartidos por nuestra restauradora, Ana Jessen

Bibliografía:

SANZ FUENTES, M.J., “Tiempo de leer y escribir: El “scriptorium” Codex aquilarensis: Cuadernos de investigación del Monasterio de Santa María la Real, nº 6, 1992, págs. 37-56. En https://dialnet.unirioja.es

FERNÁNDEZ FLÓREZ, J.A. “Un calígrafo-miniaturista del año mil: Vigila de Albelda”. Los protagonistas del año mil: [actas XIII Seminario sobre Historia del Monacato (2-5 de Agosto de 1999)] págs. 155-180. En https://dialnet.unirioja.es

GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A. “Los monasterios y la vida económico-social de la época medieval en los reinos de León y Castilla” Codex aquilarensis: Cuadernos de investigación del Monasterio de Santa María la Real, Nº 1, 1987, págs. 51-65. En https://dialnet.unirioja.es

GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A. y TEJA, R. Coordinadores. “Las edades del monje: jerarquía y función en el monasterio medieval”. Una publicación del Centro de estudios del Románico. Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. 1ª edición, Febrero, 2019