Con frecuencia, al escuchar el término “incunable” pensamos en algún libro que sea especial, bien por su antigüedad o bien por su rareza o singularidad. Sin embargo, este término hace referencia a los primeros ejemplares impresos una vez que se inventa la imprenta hasta 1501. Esta fecha varía un poco dependiendo del país, dependiendo de cuando llegara la imprenta a cada uno de ellos.
Antes de la creación de la imprenta todos los libros se escribían a mano y su copia se realizaba de la misma manera por la figura de los “amanuenses”. Esto daba lugar a que solo algunas personas influyentes o importantes pudieran tener acceso a los libros y, con ellos, a la educación e información que contenían.
A partir del s. XV con la llegada de la imprenta de Gutenberg la velocidad de copia de los libros aumentó y muchos ejemplares pudieron reproducirse y aumentar su distribución a diferentes estratos de la sociedad. Esto permitió que la población tuviera accesible la cultura y se interesase más por aprender a leer aumentando la alfabetización.
El término incunable procede del latín “incunabulae” que significa “en la cuna” y se dice que el primer autor en utilizarlo fue Cornelius Beughem en su Incunabula typographiae. La referencia a “en la cuna” viene dada por la poca especialización de las imprentas hasta aquel momento. El trabajo seguía siendo muy artesanal y era el propietario de la imprenta el que, además, la manipulaba, fabricaba el papel y los tipos, encuadernaba, etc. Por este hecho se considera que esta etapa es la “primera infancia” de la impresión de libros ya que su tirada era aún limitada, de hecho, solo se conservan en torno a 35000 ejemplares en toda Europa, sobre todo en Alemania e Italia.
Como curiosidad, casi todos los primeros libros de este tipo fueron copias de la Biblia de Gutenberg realizadas entre 1453 y 1455. De esta obra se crearon un total de 120 unidades, pero en la actualidad solo se conservan 50 repartidos por diferentes partes de Europa.
Los incunables poseen una serie de características que los hacen únicos e irrepetibles y de ahí deriva su gran valor. Gran parte de ellos estaban realizados con un papel de muy alta calidad, lo que ha permitido que se conserven, durante los 5 siglos posteriores a su creación, sin ningún problema. Otra característica es que la letra capital de los más lujosos se seguía haciendo a mano, esto es sin duda una copia de los manuscritos, que dotaba al libro de un mayor valor tanto artístico como económico.
Cabe destacar que los incunables casi siempre cuentan con un principio y un final muy marcados ya que se nombran con las palabras “Incipit” y “Excipit” respectivamente y marcan dónde comienza y acaba el libro.
Los primeros ejemplares de incunables carecen de portada. El libro comienza con texto desde la primera página en la que se encontraba directamente el “íncipit”. Además, estas publicaciones históricas carecían de número de página o de indicativos que permitieran ubicarse dentro del libro. La mayoría, además, estaban impresos en dos columnas, a diferencia de los de hoy en día, esta era la forma más común de reproducir ejemplares con una imprenta.
En la impresión solían utilizarse caracteres góticos de origen galo. Esto hacía que, por ejemplo, los puntos fueran cuadrados o rombos y que la coma se presentara como lo que hoy denominamos “barra oblicua”.
Pero… ¿Dónde se encuentran hoy en día estos volúmenes?
Como ya hemos mencionado los pocos ejemplares que se conservan se encuentran, en su mayoría, en Alemania, cuna de la imprenta. Se calcula que en el país germano podemos encontrar más de 18000 ejemplares, distribuidos en diferentes bibliotecas, organismos y algunos de ellos propiedad de particulares.
En nuestro país, el mayor fondo de este tipo de libros lo tiene la Biblioteca Nacional, con un total de 3100 artículos, algunos de ellos de gran valor histórico. La Universidad de Salamanca y la Biblioteca Colombina de Sevilla cuentan también con importantes colecciones de incunables que rondan los 2700 y 1300 libros respectivamente. Existen también diferentes monasterios a lo largo del país que conservan algunos de estos volúmenes en sus bibliotecas.
La temática de gran parte de estos libros era sobre todo religiosa. Con el paso de los primeros años, empezaron a realizarse de otros temas como la ciencia, el arte, la filosofía o la historia. Esto dio lugar a que creciese el número de universidades y mejorase la educación global, dando lugar a uno de los periodos más importantes de nuestra historia: el Renacimiento.
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