CLASES Y TALLERES

Para mí, entrar en el mundo de la encuadernación supuso acceder a un espacio de serenidad y enorme satisfacción personal.  Entre risas y silencios, el trabajo manual, la costura, el olor de la cola, la densidad del engrudo, la textura de las pieles, el crujido del papel y la temperatura de los hierros, han transcurrido muchas de las horas verdaderamente agradables de mi vida.

¡Ha sido todo un descubrimiento!

Ana contagia su entusiasmo y si antes disfrutaba de mis libros leyéndolos, ahora tengo además el placer de cuidarlos y embellecerlos.

Por mi amor a los libros la curiosidad por la encuadernación vino rodada. En el año 1990, en una fiesta de recuerdos fuera de Madrid, una amiga me habló de sus libros encuadernados metiéndome el gusanillo en el cuerpo. Y, al poco, se abría una nueva escuela en Madrid: la profesora era Ana Jessen.

Las clases eran dinámicas y amenas; aprendíamos y pasábamos buenos ratos. Los resultados eran fruto de la paciencia de la profesora y su constante atención. Tal fue el entusiasmo que me contagió que, en el mes de mayo de ese primer año ya tenía montado un pequeño taller en casa. Fueron 3 años en su escuela que recuerdo con nostalgia: mis primeros libros en tela y encartonado, el concurso anual de alumnos que siempre me quedaba a las puertas de conseguir y las amistades que, todavía hoy, conservo.

Empecé en la encuadernación en el año 1990 en la escuela de Ana Jessen y estuve varios años yendo a sus clases, que me encantaban.

Ana nos enseñaba la encuadernación de una manera muy completa; eramos capaces de hacer todo en el libro: chiflar, dorar e incluso restaurar si era necesario.

De la escuela y de la gente que iba allí, tengo el mejor de los recuerdos. Hice grandes amigos mientras aprendía a encuadernar.

Soy austriaca y en 1989 llegué a Madrid. Como siempre estuve interesada en aprender un oficio artesanal,  busqué clases de encuadernación y me recomendaron el taller de Ana Jessen. Durante 6 años disfruté de unas clases extraordinarias. Ana Jessen es una excelente profesora con muchísima experiencia tanto en encuadernación como en  restauración de libros. Con Ana aprendes haciendo, así que desde el primer momento te «tira al agua»; empiezas tu  primera clase cosiendo un libro y a lo largo de pocas clases te puedes llevar tu primera obra a casa. Eso te anima a seguir y te motiva. En pocos meses te enseña diferentes maneras de encuadernar con tela, piel, y papel así como a dorar tu propio libro. Es un oficio muy bonito y gracias a Dios hay profesoras como Ana que saben transmitir el amor por los libros a sus alumnos.

Estuve en el taller de Ana Jessen, como aprendiz, de 2008 a 2010.

Con ella aprendí mucho de la encuadernación clásica.

Allí pude trabajar en todos los niveles de encuadernación y restauro de libros.

En Ana sorprende lo próxima que está de los que estamos aprendiendo, a pesar de los grandes desafíos que asume en proyectos de restauro.

Soy persona con una gran paciencia lo que me permite pasar horas y horas haciendo puzles o solitarios. En cambio, nunca me he considerado persona habilidosa en el trabajo con las manos. Bastaron unos pocos meses de asistencia a las clases que impartía Ana para comprender que era menos patoso de lo que siempre había creído. Aprendí a prensar los pliegos y a hacer las serraduras. Disfruté cosiendo los cuadernillos ante la mirada sorprendida de la profesora que nos vigilaba con el rabillo del ojo. Y casi sin darme cuenta, aprendí a pegar las guardas, a sacar cajos, a cortar las tapas, a enlomar, a pegar la tela y a meter el libro en la prensa. De aquel aprendizaje conservo en mi biblioteca media docena de libros que encuaderné en tela y que mantienen vivo en mí el recuerdo de las clases que recibí en el taller de Ana. Imposible, no recordar el ambiente tan agradable que reinaba en el taller, las risas que se entremezclaban con las conversaciones siempre interesantes. Por unas horas, quedaban aparcados los problemas cotidianos y volvía a casa libre de stres.

Ana Jessen es mi segunda profesora de encuadernación -de la primera mejor no hablar. Aunque llevo una temporada sin dar clase con ella, volveré muy pronto. En su taller todo es diferente, aprendes lo que quieres. Ella no te fuerza, tú marcas el ritmo de aprendizaje. La clase la componen alumnos de todas las edades; allí he conocido gente muy interesante. Conviven perfectamente diferentes niveles y Ana atiende a todos por igual. Para mí estas clases han sido una verdadera terapia y lo he pasado muy bien. Además puedo decir que soy su amiga. Y si eres algo torpe, nunca te hará sentir mal.

Me jubilé en 1997 al cumplir los 70 años, y una amiga me presentó a Ana Jessen. Empecé a trabajar y a aprender el oficio de la encuadernación en el taller de Ana, y muy pronto pude encuadernar los cuentos de Celia, Cuchifritín y Matonkiki de Elena Fortún , porque los tenía muy estropeados. Mas tarde pude restaurar el papel y encuadernar un diccionario de la Lengua Española, edición XI. A lo largo de estos 18 años he encuadernado muchos libros, siempre con la ayuda y dirección de Ana.