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LOS TRAPEROS Y SUS TRAPOS

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Antes de iniciar la restauración de un libro hay que examinarlo. Se observan las cubiertas, los cortes, las cabezadas, los nervios, la costura, etc., analizando cada elemento en profundidad y el mejor modo de intervenir. Si en el exterior no se aprecia un gran deterioro, te alegras de que el trabajo pueda ser fácil … hasta que lo abres. Muchas veces el cuerpo del libro no se corresponde con la cubierta. Estos son los más complicados, porque los desgarros, y sobre todo las pérdidas de soporte, hongos, manchas de origen desconocido, son heridas en el papel que hay que curar.

Actualmente hay máquinas para reintegrar celulosa cuando existe una gran pérdida de soporte en el cuerpo del libro. La restauración manual del papel es laboriosa y lenta, y empieza por la búsqueda de un papel de textura, grosor, y color similar al original; si el color no es el adecuado, se puede teñir con elementos vegetales. Después hay que averiguar la dirección de la fibra del papel nuevo por las fuerzas y tiros del papel y conseguir así que no se ondule. Uno de los sistemas es perfilar el borde que hay que reintegrar, luego se troquela, se rasga y se deja una pequeña pestaña que se rebaja con un bisturí, y en la que, con un pincel pondremos carboximetilcelulosa, fijándolo aplicando calor con una espátula caliente.

Hasta aquí la síntesis del trabajo, pero mientras lo realizo además de atender sobre el proceso en sí mismo, cuando aplico la espátula caliente como no requiere una gran atención, pues simplemente hay que esperar el tiempo necesario, mi pensamiento tiende a divagar sobre el devenir de la pieza que estoy restaurando, y en este caso me ha llevado hasta los traperos.

Es curiosa la mente cuando dejamos que vaya a su libre albedrío, saltando de un lugar a otro, saltando desde la restauración de un papel hecho con trapos hasta los “draperos” medievales.

Pues ya que estamos allí, continuemos.

Hasta finales del S. XII, la fabricación del papel fue un monopolio de los pueblos musulmanes, y es a partir de la Reconquista cuando en los territorios cristianos se comenzó a construir molinos papeleros para cubrir la demanda local. Supuso la aceptación de este material en la Europa mediterránea, a pesar de las reticencias de Pedro el Venerable, abad de Cluny, que dijo a propósito del Talmud escrito sobre papel: «Pero este está hecho con trozos de ropa vieja o cosas más violes aún y escritos sus signos con plumas de aves o con cañas afiladas y con una tinta de la más infecta clase».

En el siglo XIII, los italianos, en concreto la familia Fabriano, perfeccionan el sistema de trituración que tenían de los mazos, sustituyendo la cola de almidón por cola animal, e introduciendo la filigrana como la firma del papelero o garantía de la calidad del papel.

¿De dónde sacaban la cantidad de trapos necesaria para hacer tanto papel? ¡Pues de los traperos!

Trapero es una palabra que hoy en día no evoca riqueza en nuestra mente. Pero sí, eran ricos, o al menos no eran pobres, porque un “drapero” medieval era un “mercader de paños”, que mercadeaba con sedas, visones, lino, algodón, estameñas, damascos, brocados, chamelotes, fustán, etc. Incluso importándolos de otros países. En su mayoría las encargadas de hacer esta tarea eran familias judías. Tanto es así, que la expulsión de los judíos influyó mucho en la calidad del papel porque había mucha demanda y poca oferta o muy cara la de mejor materia prima; de hecho, se intentaba establecer los molinos papeleros cerca de mercados donde se pudieran obtener buenos trapos a bajo coste.

También era necesario que estuvieran cerca de una fuente con abundante  agua limpia, para mover los batanes que trituraban los trapos y que previamente se habían dejado pudrir; pero antes de machacarlos hasta convertirlos en pulpa, una vez que los “mozos de traer trapos” los dejaban en el molino, las escogedoras los seleccionaban, quitaban las costuras que hubiera, y los partían en trozos pequeños con un cuchillo especial (desguince).

La imprenta supuso un gran salto, pero no fue el único porque en el S. XVII el papel se convirtió en el elemento imprescindible, no sólo para los documentos oficiales de las administraciones civiles y religiosas, sino que también se convirtió en un elemento cotidiano para utilizar como soporte para utensilios pequeños como agujas o botones, o con el que envolver los productos de droguerías, especierías, mercerías, etc.; en el arte, los naipes, o decoraciones para festividades.

En la provincia de Madrid hubo varios molinos papeleros que obtenían los trapos, en su mayor parte, de la capital. Hasta mediados del siglo XX, los traperos antes de amanecer, recorrían las zonas asignadas en las licencias municipales, recogían los desperdicios, y a media mañana ya estaban clasificando lo que habían recogido para venderlo a los distintos almacenes; los trapos a las traperías que los almacenaban en sacos, que después vendían a los molinos.

En Rascafría existió un molino papelero que pasó a pertenecer a la Cartuja de El Paular fundado por el rey Juan I de Castilla en1390. Estuvo en funcionamiento hasta que en 1858 se desvió el agua del río Lozoya para surtir de agua a Madrid. Fue el más importante en el S. XVII, y el principal suministrador de papel a todos los impresores madrileños de esa época.

En este, como en todos los molinos papeleros, el trabajo era muy duro. Los recintos mal ventilados, los trabajadores siempre en contacto con el agua, y con el ruido constante de los batanes golpeando los trapos.

Ellos nunca supieron que con su papel se imprimieron grandes obras literarias, entre otras  la primera edición de El Quijote.

FUENTES:

AGUILAR PIÑAL, FRANCISCO (2004) Los traperos de Madrid en el siglo XVIII https://go.gale.com/ps/i.do?id=GALE%7CA114520029&sid=googleScholar&v=2.1&it=r&linkacce.

ENRIQUE FIDEL (2009) Traperos de Madrid. Memorias de las redes urbanas https://urbancidades.wordpress.com/2009/10/02/traperos-de-madrid/

GONZÁLEZ ARCE, JOSÉ DAMIAN. (2022), De las tiendas de la ropa vieja al gremio de aljabibes. Economía circular en la Sevilla de la baja Edad Media, “Anuario de Estudios Medievales” 52/1, pp. 277-309.https://doi.org/10.3989/aem.2022.52.1.11

HIDALGO BRINQUIS, CÁRMEN

  • La fabricación del papel en España e Hispanoamérica en el siglo XVII, Instituto del Patrimonio Histórico Español. Pp. 207-223 https://www.ucm.es/data/cont/docs/446-2013-08-22-9%20fabricacion.pdf
  • Técnicas medievales en la elaboración del libro: Aportaciones hispanas a la fabricación del pergamino y del papel y a los sistemas de encuadernación. “Anuario de Estudios Medievales” 41/2, (2011) pp 755-773

PERIS BARRIO, ALEJANDRO Los viejos molinos de papel madrileños. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/los-viejos-molinos-de-papel-madrilenos-783901/html/https://www.bne.es/es/blog/blog-bne/todo-papel-es-bueno-para-contar-una-historia-relaciones-de-sucesos-y-fabricacion-de-papel-en-la-espana-del-siglo-xvii