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Proceso artesanal de elaboración del papel

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Nuevos Materiales, Nuevas Técnicas Y Nuevos Oficios.

Receta:

«Se escogen cuerdas del mejor cáñamo blanco. Se deshacen sus enredos y mechas y se peinan hasta que queden suaves. Seguidamente […] se maceran en una lechada de cal viva durante toda la noche hasta la mañana siguiente. […] se restriegan con las manos y se extienden al sol durante todo el día para que se sequen. Esta operación se repite durante tres o cinco o siete días más. […]


Cuando su blancura sea completa, se cortan […] y se aclaran durante siete días en agua limpia que se renovará diariamente. Una vez desaparecida la cal, entonces, cuidando de mantener siempre las hilachas húmedas, se baten en un mortero de piedra hasta que no queden grumos. A continuación, se dispone otra agua en un recipiente limpio y en ella se deslíe esta masa hasta dejarla como la seda …»

Receta de elaboración del papel Talhy según CUMDAT AL-KUTTÃB, de IBN BÃDIS, FOLS. 27r, 27v, DE LA COPIA DEL INSTITUTO EGIPCIO DE MADRID, MANUSCRITO Nº 2, en Hossam Mujtār al CAbbādī «Las artes del libro en Al-Andalus y el Magreb (siglos IVH/XdC – VIIIH/XV dC) », Ediciones el Viso, Madrid 2005, pp 64,65 .


Este texto forma parte de una larga receta que describe un proceso artesanal muy laborioso. Por los ingredientes que se utilizan (cuerda de cáñamo y aguada de cal) ya se puede ver que el producto resultante no es comestible, aunque en alguna parte del proceso se utilice arroz, salvado o trigo candeal, entonces ¿qué es? Pues, lo que aparece al finalizar la elaboración, es un producto duradero, ligero y resistente que en su día fue una innovación tan importante, que revolucionó el mundo conocido desde China hasta la Península Ibérica: EL PAPEL.

En este siglo XXI, en esta “era digital”, parece que el papel es algo irrelevante e innecesario. Parece que todo lo hacemos con teclados y pantallas, pero no es así. El papel sigue formando parte sustancial de nuestra vida, incluso ha invadido parcelas que antes estaban reservadas al barro, a la porcelana o al cristal, me refiero a esas vajillas efímeras de papel que usamos en ocasiones. Utilizamos el papel a diario y lo nombramos diferenciando su uso: Higiénico, de cocina, pintados, para acuarelas, de bocetos, de estraza, de periódico … Pero ¿qué sabemos del papel?

La materia prima del papel es la celulosa, una larga cadena (polímero) de glucosas unidas entre sí por átomos de Hidrógeno; es un carbohidrato, al igual que los spaghetti. Su fórmula es C6H10O5, y forma el tejido de sostén de los vegetales, incluidas las paredes de sus células. Las características que tiene en la naturaleza es que no se disuelven ni en agua ni alcohol, son combustibles, y no se degrada excepto por algunos microorganismos y hongos.

Hasta aquí la “ficha técnica” de la celulosa, pero lo que nos interesa saber es cuando empezó el papel en concreto —es decir la celulosa procesada de determinada manera— a formar parte de nuestra vida.

Se atribuye el descubrimiento del método de elaboración al eunuco imperial y “Prefecto de los Maestros de Técnicas” T’sai Lun (Chai Lung, o Cai Lun, según los autores), en China en el año 105 d.C.. Utilizó un material elaborado a partir del cáñamo, que ya estaba en uso doscientos años antes, y sobre esta base probó con nuevos materiales como cortezas de árboles, trapos y restos de redes de pesca, los trituró, los sumergió en agua durante varios días, los batió hasta formar una pasta homogénea que extendió formando láminas finas que dejó secar al sol. Una vez secas las encoló con almidón de arroz haciéndolas impermeables, duraderas y protegidas de los parásitos.

Nada más aparecer este nuevo material, se difundió rápidamente y en el año 751 d.C. cuando el Islam, siguiendo la ruta de Alejandro Magno se extendió por Asia, se encontró con que Samarcanda era un centro industrial y comercial importante en la zona, y que había chinos que dominaban el arte de la elaboración del papel. Ziyād Ibn  Şālīh, el general que conquistó la ciudad, con muy buen criterio, se dio cuenta del potencial y les ofreció la libertad a cambio de enseñarles a realizar esta manufactura. Cincuenta años después ya se producía papel en la ciudad de Bagdad.

Seguramente fueron los comerciantes que mercadeaban por la Ruta de la Seda, los que llevaron el papel a todas las ciudades del mundo islámico, generalizándose su uso en las escuelas (madrasas), en la corte, e incluso en las casas particulares. En poco tiempo en casi todos los centros importantes había molinos de papel, especializándose según el material base que se utilizara, lino, cáñamo, algodón o esparto, dando así diferentes calidades al producto.

Según las fuentes islámicas, en el s X, había dos regiones importantes en la producción de papel: Transjordania en el Este y en el Oeste … Al-Andalus.

¡Y ya estamos en la Península Ibérica!

Ibrahim ben Salim conocido como “el papelero africano” (961-976) escogió Córdoba para instalar su industria, y la convirtió en la primera ciudad de Europa dónde se fabricó el papel.

Fue un largo camino que duró doscientos años y que permitió añadir mejoras técnicas, como la utilización de la cal para blanquear la fibra, el almidón de arroz, de salvado o de trigo candeal para encolar las láminas y quizá la más importante de todas: la energía hidráulica.

La instalación de los molinos hidráulicos —muchos de ellos molinos harineros reconvertidos— requería de abundancia de agua, por lo que, aunque en la España musulmana hubo varias ciudades con molinos papeleros durante los siglos X y XI como Sevilla, Toledo y Mallorca —donde había 42 molinos—, fue Xátiva, con tres ríos y abundancia de manantiales, la que más fama tuvo —claro que esta ciudad ya era famosa desde los fenicios por sus tejidos de lino—, exportando su producción a Oriente y Occidente dada su buena calidad.

Otra de las novedades introducidas por el mundo musulmán en la fabricación del papel, fue la utilización de un solo material que podía ser lino o cáñamo, pero procesado en forma de tejido. Es decir, no utilizan las plantas sino los trapos elaborados con ellas.

He puesto en último lugar esta innovación a propósito, porque trajo consigo una “categoría laboral” específica: los traperos. Sobre este nuevo oficio se tienen muchos datos de la Corona de Aragón en el S. XIV; sólo en la ciudad de Zaragoza se conocen 60 traperos judíos, y entre ellos Ceti Cebada, una única mujer. Estas familias en realidad eran comerciantes de tejidos, pero que además de comprar y vender telas ricas, brocados o sedas, comerciaron con trapos viejos y usados para alimentar los molinos de papel, y en una época donde aprovechar y reutilizar era la norma por necesidad, y no la excepción por solidaridad con el medio ambiente, creo que sería difícil encontrar telas desechadas, sobre todo si pensamos que en 1174 uno de los molinos de Xátiva tenía 30 trabajadores, es decir que producía mucho.

Me gusta pensar que, dada la creciente demanda de trapos, en las pequeñas aldeas de zonas donde se pudiese cultivar lino, las niñas y las abuelas de familias poco pudientes, se dedicarían a procesarlo, a hilarlo y a tejerlo para su uso, y que en las ferias o mercados semanales llevarían esos trapos, zurcidos una y otra vez, que antes reutilizaban hasta la saciedad, pero que ahora podían renovar cada año pues por los viejos les darían sus buenos dineros.

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